El arte de no amargarse la vida
Un buen día llegó a mis manos por medio de una amiga, también psicóloga, el libro de “El arte de no amargarse la vida” de Rafael Santandreu. Me lo prestó diciéndome: Lee este libro, vas a aprender un montón. Yo he mejorado mis terapias gracias a él y también he crecido yo como persona.
Empecé a leerlo con entusiasmo y altas expectativas, y desde luego, no me defraudó, sino que me impresionó. Pronto me di cuenta de que estaba basado en la terapia racional-emotiva del famoso psicoterapeuta Albert Ellis, terapia con la cual yo me sentía identificada desde que descubrí a autores como el mismo Ellis o Auger, pero era aún más radical y profunda. Era la torta en la cara que necesitaba en ese momento y me hizo abrir los ojos en muchos aspectos de mi vida.
El arte de no amargarse la vida no es el típico libro de auto-ayuda que te presenta lo que quieres-o necesitas- leer para sentirte bien un rato.
No te enseña que la vida es de color de rosa ni que hay que ser optimistas cien por cien, ¡pese a todo! Tampoco te invita a buscar el lado positivo siempre ni a repetirte como un loro que eres maravilloso y que tu vida también lo es.
Cuando hablamos de creencias irracionales, los psicólogos nos referimos aafirmaciones, evaluaciones, verdades y valoraciones subjetivas que las personas nos vamos formando desde la más tierna infancia sobre nosotros mismos, los demás y el mundo.Es un libro cuyo propósito principal es hacernos fuertes a nivel emocional. Es limpiar la suciedad de tus gafas, esas que están tan sucias que están distorsionando la auténtica realidad, creando una realidad subjetiva basada en las propias creencias irracionales de la persona y provocándose un malestar emocional importante.
Es la manera en la que interpretamos lo que nos sucede, los cristales de nuestras gafas.Si las gafas están limpias, tendremos creencias racionales, tónicas, basadas en la razón y en la realidad que se acompañarán de emociones sanas.
Si los tenemos sucios, albergaremos creencias irracionales, falsas, que no se corresponden con la realidad, que no nos ayudan a conseguir nuestros objetivos y que provocan un gran sufrimiento en la persona. Aún así, para quien las tiene, se convierten en verdades absolutas e indiscutibles y es entonces cuando surgen los problemas emocionales.
El libro nos enseña entonces, como ya decía Epícteto, que no son las situaciones las que provocan nuestro sufrimiento emocional, sino que somos nosotros, con nuestras creencias irracionales y autodiálogo interno, los que creamos nuestro propio malestar.
Tenemos la tendencia a pensar que hay una relación directa entre situación y emoción, pero si fuese así, todo el mundo reaccionaría de la misma forma ante las mismas situaciones y podemos comprobar que esto no es así. Por lo tanto, la ecuación es más compleja que situación-provoca-emociones.
Hay un ingrediente intermedio que son las creencias y pensamientos. ¡Qué buena noticia! ¡Si yo con mis pensamientos, creo mis perturbaciones, yo mismo tengo también el poder para sentirme bien! ¡Todo depende de mí!
En el libro podemos descubrir que algunas de estas creencias son exigencias hacia uno mismo, los demás y el mundo, necesidades que nadie necesita en realidad o terribilizaciones de lo que nos puede suceder o lo que ya ha sucedido.
Cuando exigimos, tendemos a pensar en términos de “deberías”, obligaciones y presiones y nos decimos que ¡Mi marido debería tratarme siempre bien!, ¡Yo debería ser el padre perfecto siempre! o ¡No debería llover el día que estoy de vacaciones!
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